Árabes y judios



La guerra árabe-israelí de 1948, también conocida por los israelíes como guerra de Liberación), fue el primero de una serie de conflictos armados que enfrentaron al Estado de Israel y a sus vecinos árabes, en lo que se conoce globalmente como el conflicto árabe-israelí.
Tras la derrota del Imperio otomano en la Primera Guerra Mundial, la Sociedad de Naciones garantizó a británicos y franceses la administración temporal de las provincias otomanas. Estas regiones, que bajo el dominio otomano se denominaban vilayatos, quedaron divididas en mandatos: Francia pasó a controlar el de Siria, mientras que el Reino Unido administró los mandatos de Mesopotamia (posteriormente Irak) y el de Palestina. Esta región, cuyas fronteras fueron revisadas repetidamente bajo la dirección de Winston Churchill, se dividió a su vez en dos áreas: la parte al este del río Jordán se conoció como Transjordania (que en 1950 pasaría a nombrarse como Jordania), mientras que el área occidental siguió conservando el nombre de Palestina.
En 1922 la población del mandato (incluyendo Transjordania) estaba conformada por 589 200 musulmanes, 83 000 judíos, 71 500 cristianos y 7600 de otras confesiones. Durante todos estos años la inmigración judía fue aumentando, en gran parte debido a la persecución que los judíos sufrían en Europa. Esta inmigración, junto con los continuos llamamientos para el establecimiento de un estado judío en Palestina, no fue bien recibida por los árabes.
El 29 de noviembre de 1947 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Resolución 181 que ponía fin al Mandato Británico de Palestina y que dividía el territorio en dos estados: uno judío y otro árabe. Jerusalén y Belén, debido a su importancia histórico-religiosa, permanecerían como zona internacional administrada por la ONU. Aunque tanto judíos como árabes criticaron determinados aspectos del plan, pues era territorialmente poco viable para ambos, fue recibido con entusiasmo por la mayoría de la población judía, incluyendo la Agencia Judía. Sin embargo, fue considerado inaceptable por parte de los estados árabes vecinos y de los propios árabes que vivían en Palestina.
La resolución 181 de la ONU otorgó a las aspiraciones sionistas aval jurídico y legitimación moral para constituir su propio Estado pero en modo alguno aseguraba su realización, ya que en aquel entonces la ONU no contaba con ninguna clase de fuerza armada capaz de garantizar sus propias decisiones. Tampoco Estados Unidos, que creía ver veleidades filosoviéticas en Ben Gurión y en el Mapai, estaba dispuesto a apoyar el envío de un contingente internacional e incluso embargó la venta de armas a Palestina.


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